Basado en Mateo 25:14-30


Hay una parábola que encierra el corazón de la verdadera mentalidad emprendedora: la de los talentos. En ella, un señor confía su riqueza a tres siervos antes de irse de viaje. A uno le da cinco talentos, a otro dos y a otro uno. Los dos primeros los invierten y los duplican. El tercero, temeroso, lo entierra. Cuando el señor regresa, premia a quienes multiplicaron y reprende al que escondió su don.


Detrás de esta historia no hay solo una enseñanza espiritual; hay una verdad económica, emocional y estratégica que transforma vidas y empresas: Dios no premia la conservación, sino la multiplicación.

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1. Dios confía talentos, no casualidades

Cuando Dios te entrega un talento —sea una habilidad, un negocio, una voz, un don para enseñar o una mente analítica—, no lo hace por azar. Él invierte en ti esperando retorno. No porque necesite más, sino porque sabe que el crecimiento multiplica propósito.


Cada empresario, líder o emprendedor tiene un depósito divino dentro. El talento que tienes fue diseñado para producir fruto, inspirar a otros y dejar un legado. Enterrarlo, por miedo o comodidad, es negarte la oportunidad de ver a Dios obrar a través de ti.


2. El miedo entierra más sueños que el fracaso

El siervo que enterró su talento no lo hizo por maldad, sino por temor. Dijo: “Tuve miedo y escondí tu dinero.”


Cuántas veces actuamos igual. Tememos perder, equivocarnos, ser juzgados, no estar listos. Pero en el mundo de la fe y los negocios, el miedo no protege, paraliza.


El verdadero riesgo no está en fracasar, sino en no intentarlo. Dios no espera perfección, espera movimiento. La fe se mide en acción, no en excusas.


3. Multiplicar es un principio del Reino

La multiplicación no es suerte, es obediencia. Dios bendice la administración, el esfuerzo y la excelencia.


Cuando un empresario decide mejorar su producto, capacitar a su equipo o invertir en innovación, está honrando ese principio.


No se trata solo de dinero; se trata de multiplicar valor, oportunidades, liderazgo y esperanza.


En los negocios con Dios, el éxito no se mide por lo que acumulas, sino por lo que produces para otros.


Multiplicar es servir más, impactar más, transformar más.


4. El talento sin desarrollo se convierte en peso


Un talento no cultivado se convierte en carga. Lo que no crece, se estanca; lo que no se comparte, se pierde.


Cada día que pospones aprender, practicar o mejorar, estás enterrando potencial. Pero cuando decides formarte, leer, capacitarte, buscar mentores, probar cosas nuevas, ese mismo talento florece.


Tu crecimiento es el mejor testimonio de gratitud.


Mensaje final: Invierte 2 horas en mejorar una habilidad clave


Hoy, Dios te vuelve a entregar tus talentos. No los entierres en la rutina, ni en la duda.

Toma 2 horas de tu día —solo 2— para mejorar una habilidad que multiplique tu propósito:


Aprender algo nuevo, escuchar una charla inspiradora, mejorar tu comunicación, fortalecer tu liderazgo o entender mejor tus finanzas.


Porque cuando te desarrollas, Dios se glorifica.


Y cuando multiplicas tus talentos, el cielo invierte más en ti.


 “Bien, buen siervo y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré.”

(Mateo 25:23)